EL CÍRCULO DE LA SABIDURÍA

El Círculo de la Sabiduría recoge las conclusiones de mi búsqueda interior y de mi trabajo de meditación. He consagrado mi vida a la búsqueda interior y, en los últimos años, he alcanzado algunos interesantes resultados que me gustaría compartir con el lector. No creo que en una cosa como es la meditación se pueda hablar de rigor científico, pero sí que es legítimo hablar de método, la “investigación interior” se puede hacer de forma más o menos metódica, sin embargo, las conclusiones, al ser completamente subjetivas, no pueden tener mayor rigor que el de la opinión. Juan Almirall

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domingo, 7 de enero de 2018

MASONERÍA Y TEOSOFÍA, Juan Almirall Arnal

A propósito del artículo “Masonería y Teosofía ¿moda o necesidad?” de Víctor Guerra publicado en el blog Masonería siglo XXI, donde crítica el número 32 de la revista Cultura Masónica “La Sabiduría Divina. Encuentros de masonería y teosofía”.

El autor, sin duda, uno de los estudiosos de la Masonería mejor documentados de nuestro país, considerado por algunos como un “destroyer”  masónico, hace un tremendo esfuerzo por colocarse en una “masonería real” supuestamente apoyada en los Antiguos Deberes, en las Constituciones y otros documentos clásicos, que le permite distinguirla de otras masonerías “míticas”. Tal absurdo esfuerzo nos recuerda a la pretendida regularidad de unos masones frente a otros, basada en ciertas opciones y credos, que lo único que pretende es ocultar que el suyo solo es un punto de vista más, dentro del amplio universo masónico donde ha cabido y cabe un amplio arco que va desde los místicos más recalcitrantes a los más juiciosos racionalistas.

 La Masonería, en  mi humilde opinión, es un fenómeno tan variopinto y diverso que es imposible de delimitar y acotar. Prácticamente todas las Masonerías, creo que el plural le conviene más, siempre han comerciado con otro fenómeno tan variopinto y diverso como es el Esoterismo. Querer obviar este hecho es tan desesperado como el vano intento de ocultar el pasado teosófico y masónico del Dr. Rudolf Steiner, para resaltar parte de su obra y pretender que tiene un posible encaje en el campo académico de la Antropología Filosófica, tal como escuché con sorpresa en la facultad de Filosofía.

¡Las cosas son tal como son! Y, guste o no, es evidente que la Masonería tiene su filiación en el movimiento esotérico y místico (que comparte raíz con la palabra misterio del gr. μυστήριον mystḗrion) de Occidente, donde ciertas herramientas y elementos propios de un oficio se interpretan simbólicamente como instrumentos para la instrucción y perfeccionamiento moral e intelectual del espíritu humano. Y no olvidemos que la instrucción y los rituales tienen su fundamento en concepciones del siglo XVIII y principios del XIX, donde la moderna ciencia estaba en pañales en lo que, por ejemplo, a la química se refiere.

No nos sorprende, por otra parte, que el autor del artículo caiga en la fácil referencia a las obras El Teosofismo de René Guenón y El Mandril de Madame Blavatsky de Peter Washington. La primera, una biliosa y parcial crítica de un autor obsesionado por negar la validez de las doctrinas hindúes y budistas sobre el karma y la reencarnación. Y la segunda, un documentado estudio periodístico que se recrea en las anécdotas de la vida de personajes como Madame Blavatsky, una aventurera en una época en que la mujer era propiedad de su marido, y que tuvo la tremenda osadía de enfrentarse nada menos que al frío realismo científico y el dogmatismo religioso.

Trascendiendo lo anecdótico y los controvertidos aspectos personales del personaje, lo cierto es que la obra de Blavatsky tuvo una indiscutible influencia durante los últimos años del siglo XIX y principios del XX, y dejó su profunda huella en nuestra cultura y tradición espiritual, y, por supuesto, también en la Masonería. Hoy es difícil encontrar una obra masónica que se sustraiga de las doctrinas y conceptos teosóficos en el análisis del símbolo. A la vez que abrió de par en par las puertas de Occidente a corrientes orientales que hoy gozan de una fuerte implantación y contaminan toda nuestra cultura, como es el yoga y el budismo, que muchas veces aparecen teñidas de teosofismo.


Y tal vez, lo paradójico de todo esto sea que desde un movimiento claramente influenciado por la Masonería, como era la Sociedad Teosófica en sus inicios, se pueda encontrar el inicio de un proceso de implantación de estas formas culturales en nuestro mundo. Pues más allá de la ridícula pretensión de pureza, la cultura humana se construye así, por el contacto entre personas procedentes de mundos distintos. Y el valor de un principio como la Fraternidad Universal sea precisamente ese, la capacidad de crear fenómenos culturales nuevos, que superen las resistencias de los puristas y de los conservadores.

Personalmente considero, en cierto sentido con el autor, que los comentaristas teósofos pecan de un cierto dogmatismo a la hora de exponer las doctrinas teosóficas, presentándolas como una verdad en términos absolutos. Mi punto de vista está en las antípodas de esto, entiendo la obra de Blavatsky como un intento muy legítimo de explicar el origen del mundo y de la humanidad, en una época donde se ha cedido tal honor únicamente a la ciencia. Sin embargo, una cosa es la obra e influencia de Madame Blavatsky y otra bien distinta los teósofos, totalmente otro cantar.

martes, 6 de junio de 2017

MASONERÍA Y TANTRA por Juan Almirall

De todo lo que ha sobrevivido de los Misterios antiguos de los restos de las tradiciones espirituales tanto de Occidente como de Oriente, hay dos cosas que son dignas de mención, aunque en apariencia nada tienen que ver: la Masonería y el Tantra. Ambas líneas tienen su interés en dos esferas o etapas bien diferenciadas del desarrollo de la vida interior, que pueden llegar a ser muy complementarias. Como aquí nos permitimos hablar un poco de todo, sin necesidad de mezclarlo, vamos a explicar muy brevemente esta complementariedad de ambas tradiciones espirituales en apariencia muy distantes en sus circunstancias.


MASONERÍA



Con Masonería no nos referimos a la institución social, sino al Misterio Masónico que se puede experimentar en dicha institución o en cualquier otra sociedad un poco más esotérica y menos pública, donde con seguridad se encontrará con más facilidad el sentido de lo que queremos mostrar. En general nos referimos principalmente a los tres primeros grados simbólicos de Aprendiz, Compañero y Maestro. Los rituales de dichos grados simbólicos son una herramienta determinante para una primera etapa fundamental en el desvelamiento de la psique. Esta primera etapa no es otra que el despertar de la mente simbólica e imaginativa. Sin la mente simbólica no se puede explorar la Libido, ya que ésta habla un lenguaje simbólico no conceptual. Nuestra mente consciente construye un aparato conceptual a partir de la experiencia sensible. Sin embargo, el cuerpo y la Libido, nuestro mundo subconsciente, quedan al margen del mundo conceptual. Por eso, generalmente, nos olvidamos de los sueños y damos la espalda al mundo imaginativo, que nos nutrió sobre todo durante la infancia. Imaginación y simbolismo son dos herramientas indispensables para la inmersión en la propia psique total, en el oscuro mundo subconsciente, donde reina la Libido, la fuente de todos nuestros deseos. Quien quiera conocerse a sí mismo, no puede dejar de pasar por esta dimensión de la mente. Y para ello requiere de una gran estabilidad emocional, lucidez y racionalidad, pero además una capacidad de interpretar los símbolos, así como trabajar con una gran imaginación. Así el lenguaje de los sueños se nos volverá claro y podremos adentrarnos en el mundo onírico de forma lúcida. La Logia (o templo) es oscura, se encuentra bajo tierra, donde se celebran los Misterios Masónicos en el secreto, apartados de las miradas profanas. Pues, con sus símbolos que representan el universo, los rituales masónicos de apertura, cierre, encendido y apagado de las luces, los gestos, palabras, toques, decoraciones masónicas, etc. estimulan la mente simbólica y la imaginación. En los tres primeros grados se escenifica la propia muerte del masón que pasa por ellos. La muerte también requiere  de este lenguaje simbólico, pues tiene mucho que ver con los sueños, al menos así lo creían los griegos que consideraban hermanos gemelos al sueño, Hipnos, y a la muerte, Tánatos. El momento de la propia muerte requiere de un escenario tranquilo, luz baja e intimidad, es el momento de decirle adiós a una vida profana, apartada de la Luz de la Gnosis. 


TANTRA



El Tantra nos permite abordar la esfera de la propia realización. Sin duda, se trata de la verdadera Gnosis, por lo que una persona que haya conquistado la mente simbólica e imaginativa no le resultará difícil comprender el universo del Tantra y su propuesta de realización. El Tantra Budista, que se quedó congelado en las altas cumbres del Tíbet y hoy nos llega como una verdadera tradición espiritual, requiere de mucha imaginación y capacidad de interpretación de las imágenes simbólicas que lo fundamentan, ya que de lo contrario no vamos a comprender la verdadera dimensión del Tantra en todo su alcance y su capacidad transformadora. Esta corriente espiritual nos pone delante del gran desafío de transformar todas las dimensiones de la mente, gracias a una serie de meditaciones, rituales, mantras y prácticas de yoga, que permiten controlar los vientos, canales y gotas de la estructura sutil que une el cuerpo con la mente. El extraordinario conocimiento de la mente y el cuerpo sutil que la sustenta, hace del Tantra la única herramienta capaz de transformar la mente y dicho cuerpo sutil en su integridad. Para ello será necesario no solo abordar el fenómeno de la muerta, la disolución, sino también todos los factores implicados en los procesos de regeneración. Comprender y experimentar gracias a los distintos ritos, yogas y meditaciones, el proceso de disolución que nos adviene con la muerte y el proceso de regeneración que viene a continuación. La fuente del Tantra es, sin duda, el Libro Tibetano de los Muertos, el Bardo thodol, donde se nos muestra claramente las imágenes y símbolos que genera la desintegración de los cinco constitutivos de la conciencia en el momento del óbito, para los cuales conviene estar preparado... 

lunes, 5 de enero de 2015

LA PALABRA PERDIDA

Con el nombre de Gnosis se conoció durante los siglos III y IV la Sabiduría antigua recogida en los libros sapienciales y contenida en los templos egipcios y caldeos. Varios movimientos carismáticos detentaban una Gnosis inspirada en la antiquísima Sabiduría de los egipcios, una Sabiduría que mostraba el camino del alma por el más allá, informando al iniciado de las palabras mágicas que debía conocer y memorizar tras la muerte, para poder sortear los obstáculos que encontraría en la morada de los muertos. Las fórmulas mágicas expresadas en palabras y signos secretos se revelaban a los iniciados en los Misterios Gnósticos.

Tres fueron las grandes corrientes que detentaron una Gnosis semejante: el Hermetismo egipcio, el Gnosticismo judeocristiano (compuesto por diferentes sectas de entre la que destacaba la de los Valentinianos) y los Maniquéos, seguidores del gran profeta Mani de Babilonia. El Hermetismo se difuminó en el Oriente durante la época islámica y algo de él sobrevivió en el Imperio Bizantino, más como curiosidad filosófica que como práctica mistérica; el Gnosticismo fue perseguido y ahogado por la Iglesia imperial, al igual que el Maniqueísmo en Occidente. Sin embargo, éste último pudo viajar hacia Oriente donde encontró una singular acogida en algunos lugares de la China y Tibet, llegando a confundirse con el Budismo Tántrico inspirado en el Bardo Thodol (el Libro Tibetano de los Muertos).

En el siglo VI comienza en Occidente la Edad Media con la prohibición de enseñar a los paganos y el cierre de la Academia de Atenas por el edicto de 529 del emperador Justiniano, el Neoplatonismo filosófico, última expresión del Hermetismo es silenciado y sus maestros, Damascio y Simplicio, viajan a Persia, no se sabe que les sucedió allí. Tendremos que esperar al año 1458, fecha en la que aparecen en Italia dos códices del Corpus Hermeticum, uno en la biblioteca del cardenal Bessarion y otro en la de Cosme de Medicis. Novecientos años de persecuciones para erradicar de Europa cualquier rastro de gnosticismo, movimientos carismáticos, maniqueísmo o paganismo. Por lo que las palabras mágicas de los antiguos egipcios, destinadas a abrirnos las puertas de las estancias de los muertos, desaparecieron de nuestro universo cultural, la magia quedó proscrita, solo algunos osados brujos, hechiceros o nigromantes se atrevieron a desafiar la prohibición, conservando alguna clavícula secreta y alguna fórmula mágica, sin saber muy bien qué sentido tenían.

Sin embargo, a partir del Renacimiento comienza en Europa un intento de recuperar el Neoplatonismo y el Hermetismo, que toma forma en la nueva Academia de Florencia presidida por Marsilio Ficino bajo el patrocinio de los Medicis. De allí resurgirá un nuevo impulso que materializarán personajes como Paracelso en Suiza, John Dee en Inglaterra, Giordano Bruno en Italia, o Cornelio Agrippa en Alemania, entre muchos otros. Esta nueva euforia gnóstica intenta encontrar una dirección en la Fama Fraternitatis de los Rosacruces, que pretendía agrupar en una Fraternidad a todos los sabios herméticos de Europa para intentar recuperar la Gnosis que permitiría construir la Morada del Espíritu Santo. Pero las guerras de religión y un enemigo peor, el Racionalismo cartesiano que se apodera de la ciencia, pondrá límites a la euforia y obligará a los filósofos herméticos a esconderse para seguir su búsqueda de la Gnosis, de las Palabras Perdidas, de forma clandestina.

Así vemos tomar forma a la Fraternidad de los Francmasones que relanza el interés por la búsqueda de la Palabra Perdida, a partir del año 1717, desde Inglaterra, Francia y Alemania. La Francmasonería fue el lugar donde se dieron cita los buscadores de la Gnosis y los místicos durante el Siglo de las Luces, lo que permitió desarrollar un complejo sistema de grados, que en el fondo evidenciaba una profunda desorientación. Sobre los tres grados simbólicos masónicos se superpusieron muchos otros grados que intentaban recopilar todos los intentos de recuperación de la Gnosis a lo largo de la historia de Occidente: alquimia, cábala, rosacruz, templarismo, etc., todo puede ser escenificado en las logias masónicas, el último bastión de una Gnosis, más en el recuerdo que efectiva.

A finales del siglo XIX, en el año 1875 se funda en Nueva York la Sociedad Teosófica, un nuevo impulso que rescata los últimos restos de Gnosis, gracias al viaje a Oriente de sus fundadores. HP. Blavatsky había expresado en su primera gran obra (Isis sin velo) la necesidad de reformar la Francmasonería, como único espacio donde se podía encontrar algo de aquella Gnosis perdida, que ella denominaba Teosofía. En su segunda gran obra, La Doctrina Secreta y en especial en La Voz del Silencio, demostró claramente que había encontrado el filón perdido, la Gnosis que los Maniqueos habían llevado a Oriente y que se fusionó con el Budismo Tántrico, el Budismo esotérico. La Sociedad Teosófica puso los fundamentos en Occidente para recibir a los lamas y yoguis que traían nuevos tesoros, nuevas Palabras Mágicas para guiar a la conciencia en su camino por el Bardo, las estancias mentales por las que se disuelve la personalidad tras la muerte. 

lunes, 21 de abril de 2014

TEOSOFÍA Y LA REFORMA DE LA MASONERÍA

A mediados del siglo XIX el número de masones en Europa y América se contaba por miles. Era una organización fraternal que había conservado diversos rituales donde se recreaban diferentes corrientes místicas del pasado. Desde principios del siglo XVIII había experimentado un gran crecimiento, convirtiéndose en la Fraternidad Universal no religiosa más grande conocida en la historia de la humanidad. Sin embargo, el hecho de ser una sociedad tan grande había generado diferentes conflictos en su seno, se habían creado diferentes federaciones de logias o Grandes Logias con tendencias diferentes y solo admitía hombres. Por otra parte, la Masonería se comprometió con la reforma de la sociedad feudal y la erradicación de la superstición, para lo cual impulsó la educación, la implantación de la razón y el desarrollo de la ciencias racionales. Todo ello le fue apartando del carácter espiritual y místico que tenía en su origen. Los masones se reúnen en sus logias bajo el símbolo de un triángulo denominado Delta, ante las tres luces, la Biblia, la escuadra y el compás (símbolos del arte masónico) y entre tres columnas que representan la Sabiduría, la Fuerza y la Belleza, dispuestas en forma triangular.
En 1875 Helena P. Blavatsky, el coronel Olcott y William Judge fundaron la Sociedad Teosófica en Nueva York con el siguiente ideario: Formar un núcleo de la fraternidad universal de la humanidad, sin distinción de raza, sexo, casta o color; fomentar el estudio comparativo de religiones, filosofías y ciencias e investigar las leyes inexplicadas de la naturaleza, y los poderes latentes en el hombre. En estos tres ideales se escondía, entre otras muchas cosas, la intención de reformar la Masonería, que tal como decía Blavatsky en su obra de 1977, Isis sin velo: "conviene advertir que ha llegado el tiempo de restaurar la masonería y restituirla a los límites que le señalaron las primitivas hermandades, con cuyo espíritu se envanecían en el siglo XVIII los fundadores de la masonería puramente especulativa. Desde entonces ya no hay secretos masónicos, pues la Orden va convirtiéndose en una asociación degradada por gentes egoístas y malévolas." La nueva Masonería Universal no debía discriminar por razón de sexo, la misma HPB fue reconocida por John Yarker, autoridad máxima de la Orden masónica de Manfis-Misraim, como Princesa Coronada 12º. Yarker mantuvo una gran amistad con HPB y fue miembro de la Sociedad Teosófica, al igual que muchos masones americanos y europeos. Posteriormente, Annie Besant, segunda presidenta de la Sociedad Teosófica, también fue miembro activo de la Co-masonería mixta en Inglaterra. Y no podemos dejar de citar al Dr. Rudolf Steiner quien también trabajó con el Rito egipcio de Menfis-Misraim, y mantenía la necesidad de introducir el elemento mágico y femenino en la Masonería para permitir el desarrollo espiritual de toda la humanidad "aunque hoy solo podemos caracterizar a la Masonería como una caricatura del gran Arte Real, no debemos claudicar en el intento de despertar las fuerzas que en ella residen, un trabajo que nos corresponde paralelamente al movimiento teosófico". La necesidad de explorar la sabiduría de las religiones, filosofías y ciencias era igualmente una necesidad urgente para evitar el deterioro espiritual de la Masonería. Y finalmente se presentó un nuevo Delta o Triángulo que constituía la Trinidad Humana Superior, el desarrollo que el ser humano tiene que alcanzar en su proceso de elevación espiritual, este Triángulo estaba formado por la trinidad Manas-Buddhi-Atman, conceptos orientales extraídos del Budismo Esotérico. Manas o la mente humana más elevada y sublime, Buddhi o Alma espiritual, y Atman, la Mónada Divina en el ser humano. Este nuevo Triángulo espiritual tenía que dotar a la Masonería de un nuevo fundamento y de un nuevo objetivo de desarrollo para miles de masones, que formaban las élites políticas, culturales, económicas y sociales de Europa y América y propiciar así una reforma espiritual universal. Rudolf Steiner habló de la Masonería del Santo Grial como aquella caracterizada por el "auto-sacrificio". La verdadera fraternidad surge cuando los seres humanos se unen fraternalmente y generan una fuerza "que es universal en todos los seres humanos y que se expresa en el intelecto de aquella gran unidad sobre la que no puede haber discusión, se llama Manas. Y cuando los seres humanos hayan logrado unirse, no solo de acuerdo a su intelecto, sino también a sus percepciones y sentimientos, armonicen en su más profunda vida anímica y se encuentren en aquello que es noble y bueno, encontrándose en amor hacia objetivos comunes, del mismo modo en el que lo logran hoy en aquello que demuestra que dos más dos son cuatro y que tres por tres son nueve, habrá llegado el tiempo en el que el ser humano será capaz de transformar la materia viva." Steiner consideraba que en la Masonería podía surgir la Fraternidad del Santo Grial, un grupo unido en el sentir, pensar y percibir, llevando una vida objetiva en el amor y vertida al servicio de la humanidad, capaz de transformar la materia viva, en definitiva expresar el segundo principio de la nueva Trinidad: Buddhi, la Mente Búdica cuya naturaleza es la unión de la compasión y la vacuidad (la ausencia total de ego).