EL CÍRCULO DE LA SABIDURÍA

El Círculo de la Sabiduría recoge las conclusiones de mi búsqueda interior y de mi trabajo de meditación. He consagrado mi vida a la búsqueda interior y, en los últimos años, he alcanzado algunos interesantes resultados que me gustaría compartir con el lector. No creo que en una cosa como es la meditación se pueda hablar de rigor científico, pero sí que es legítimo hablar de método, la “investigación interior” se puede hacer de forma más o menos metódica, sin embargo, las conclusiones, al ser completamente subjetivas, no pueden tener mayor rigor que el de la opinión. Juan Almirall

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lunes, 5 de enero de 2015

LA PALABRA PERDIDA

Con el nombre de Gnosis se conoció durante los siglos III y IV la Sabiduría antigua recogida en los libros sapienciales y contenida en los templos egipcios y caldeos. Varios movimientos carismáticos detentaban una Gnosis inspirada en la antiquísima Sabiduría de los egipcios, una Sabiduría que mostraba el camino del alma por el más allá, informando al iniciado de las palabras mágicas que debía conocer y memorizar tras la muerte, para poder sortear los obstáculos que encontraría en la morada de los muertos. Las fórmulas mágicas expresadas en palabras y signos secretos se revelaban a los iniciados en los Misterios Gnósticos.

Tres fueron las grandes corrientes que detentaron una Gnosis semejante: el Hermetismo egipcio, el Gnosticismo judeocristiano (compuesto por diferentes sectas de entre la que destacaba la de los Valentinianos) y los Maniquéos, seguidores del gran profeta Mani de Babilonia. El Hermetismo se difuminó en el Oriente durante la época islámica y algo de él sobrevivió en el Imperio Bizantino, más como curiosidad filosófica que como práctica mistérica; el Gnosticismo fue perseguido y ahogado por la Iglesia imperial, al igual que el Maniqueísmo en Occidente. Sin embargo, éste último pudo viajar hacia Oriente donde encontró una singular acogida en algunos lugares de la China y Tibet, llegando a confundirse con el Budismo Tántrico inspirado en el Bardo Thodol (el Libro Tibetano de los Muertos).

En el siglo VI comienza en Occidente la Edad Media con la prohibición de enseñar a los paganos y el cierre de la Academia de Atenas por el edicto de 529 del emperador Justiniano, el Neoplatonismo filosófico, última expresión del Hermetismo es silenciado y sus maestros, Damascio y Simplicio, viajan a Persia, no se sabe que les sucedió allí. Tendremos que esperar al año 1458, fecha en la que aparecen en Italia dos códices del Corpus Hermeticum, uno en la biblioteca del cardenal Bessarion y otro en la de Cosme de Medicis. Novecientos años de persecuciones para erradicar de Europa cualquier rastro de gnosticismo, movimientos carismáticos, maniqueísmo o paganismo. Por lo que las palabras mágicas de los antiguos egipcios, destinadas a abrirnos las puertas de las estancias de los muertos, desaparecieron de nuestro universo cultural, la magia quedó proscrita, solo algunos osados brujos, hechiceros o nigromantes se atrevieron a desafiar la prohibición, conservando alguna clavícula secreta y alguna fórmula mágica, sin saber muy bien qué sentido tenían.

Sin embargo, a partir del Renacimiento comienza en Europa un intento de recuperar el Neoplatonismo y el Hermetismo, que toma forma en la nueva Academia de Florencia presidida por Marsilio Ficino bajo el patrocinio de los Medicis. De allí resurgirá un nuevo impulso que materializarán personajes como Paracelso en Suiza, John Dee en Inglaterra, Giordano Bruno en Italia, o Cornelio Agrippa en Alemania, entre muchos otros. Esta nueva euforia gnóstica intenta encontrar una dirección en la Fama Fraternitatis de los Rosacruces, que pretendía agrupar en una Fraternidad a todos los sabios herméticos de Europa para intentar recuperar la Gnosis que permitiría construir la Morada del Espíritu Santo. Pero las guerras de religión y un enemigo peor, el Racionalismo cartesiano que se apodera de la ciencia, pondrá límites a la euforia y obligará a los filósofos herméticos a esconderse para seguir su búsqueda de la Gnosis, de las Palabras Perdidas, de forma clandestina.

Así vemos tomar forma a la Fraternidad de los Francmasones que relanza el interés por la búsqueda de la Palabra Perdida, a partir del año 1717, desde Inglaterra, Francia y Alemania. La Francmasonería fue el lugar donde se dieron cita los buscadores de la Gnosis y los místicos durante el Siglo de las Luces, lo que permitió desarrollar un complejo sistema de grados, que en el fondo evidenciaba una profunda desorientación. Sobre los tres grados simbólicos masónicos se superpusieron muchos otros grados que intentaban recopilar todos los intentos de recuperación de la Gnosis a lo largo de la historia de Occidente: alquimia, cábala, rosacruz, templarismo, etc., todo puede ser escenificado en las logias masónicas, el último bastión de una Gnosis, más en el recuerdo que efectiva.

A finales del siglo XIX, en el año 1875 se funda en Nueva York la Sociedad Teosófica, un nuevo impulso que rescata los últimos restos de Gnosis, gracias al viaje a Oriente de sus fundadores. HP. Blavatsky había expresado en su primera gran obra (Isis sin velo) la necesidad de reformar la Francmasonería, como único espacio donde se podía encontrar algo de aquella Gnosis perdida, que ella denominaba Teosofía. En su segunda gran obra, La Doctrina Secreta y en especial en La Voz del Silencio, demostró claramente que había encontrado el filón perdido, la Gnosis que los Maniqueos habían llevado a Oriente y que se fusionó con el Budismo Tántrico, el Budismo esotérico. La Sociedad Teosófica puso los fundamentos en Occidente para recibir a los lamas y yoguis que traían nuevos tesoros, nuevas Palabras Mágicas para guiar a la conciencia en su camino por el Bardo, las estancias mentales por las que se disuelve la personalidad tras la muerte. 

sábado, 27 de diciembre de 2014

LA EVOLUCIÓN DEL YO

Fue el movimiento teosófico quien planteó por primera vez la existencia de una evolución interna de los colectivos humanos. Primero fue la formación de la personalidad humana en una estructura triple: cuerpo físico, doble etérico o vital y cuerpo de deseos o astral; y luego, a lo largo de grandes períodos culturales, el alma humana se ha ido transformando a través de un proceso interno, pero que se puede apreciar en las formas culturales. Este proceso interno va de formas colectivas tribales, endogámicas, con un predominio de lo inconsciente y onírico, ha formas de individualidad fuertemente identificadas con el cuerpo físico. Estas transformaciones se pueden apreciar en tres fases fundamentalmente: 

1ª fase desde los orígenes de la civilización hasta el siglo VI a.C. aproximadamente, con la aparición de la filosofía griega. El alma humana tribal, con predominio de relaciones endogámicas y en lo cultural dominada por las formas fantásticas oníricas y subconscientes. Predominan las castas sacerdotales y el rito sacrificial. El ser humano percibe los estados psíquicos como fuera de él, actuando sobre él desde el exterior y los diviniza, los dioses personifican estados psíquicos. No existe una idea de individuo, lo importante es el colectivo y los dioses protectores.

2ª fase siglo VI a.C. hasta siglo XIII (en el siglo XIII importantes cambios motivados por la Escolástica medieval). El desarrollo de la mente racional, es fruto de una mezcla cultural entre tribus y clanes. El ser humano, en gran medida, se independiza de lo subconsciente y comienza a negar los dioses tribales. Se forman los grandes imperios y hay una tendencia a unificar. Se identifica más con las formas geométricas de su estructura sutil, del doble etérico, de donde surge la razón (como estructura matemática). El ser humano interioriza sus estados psíquicos pero la actividad intelectual se percibe de forma externa, aparece la idea del Dios único, el monoteísmo, y las Ideas intelectuales en la mente de un gran Intelecto, al que se le considera Dios Padre. Aparece la filosofía y la teología, las ideas son como "volcadas" en la mente del pensador, la mente humana tiene que abrirse a la actividad del Intelecto Agente. El concepto de yo no está muy claro, al menos no hay una identificación clara con el cuerpo, que se concibe más como un impedimento a la intelección. Los rituales mistéricos, donde los individuos emulan a un héroe semidios, son las formas más usuales de auto-conocimiento.

3ª fase del siglo XIV hasta nuestros días, donde se aprecia un progresivo desarrollo de la individualidad. En las culturas de los países desarrollados las personas se identifican completamente con su cuerpo físico, su yo individual es fruto de una comprensión cerebral. Predomina una carencia de fe en un Dios Intelecto, y se atribuyen cualidades abstractas a la materia y al universo, como son la infinitud, eternidad, etc. Es la época del individualismo, donde también se desarrolla una fuerte necesidad de intimidad, el ser humano valora su libertad y su vida material por encima de todo, la amistad por encima de otros valores que entran en crisis, como son el honor, las jerarquías, etc. En esta época de desarrollo interno, vemos aparecer la psicología como análisis del inconsciente, como una verdadera propuesta de auto-conocimiento. Los perfiles del yo están claramente definidos, hasta tal punto que se le acusa de todos los males, cuando es el fruto más elevado del desarrollo interno que ha alcanzado el ser humano. 

Considero que es del estudio y comprensión de estas etapas que podemos plantearnos la utilidad y vigencia de ciertas herramientas de auto-conocimiento. Por ejemplo, tendría sentido desde el punto de vista de la evolución de la conciencia, que hoy en día triunfe el yoga, una práctica que trabaja con el cuerpo físico o la psicología analítica que explora las formas arquetípicas del inconsciente colectivo como formas de auto-conocimiento.

miércoles, 10 de diciembre de 2014

LA COMPRESIÓN EN EL PROGRESO ESPIRITUAL

Quien realmente se interesa por el desarrollo espiritual comprende fácilmente que se trata de un progreso, un camino progresivo, que además no solo se produce a nivel individual, sino también a nivel colectivo.
La Ciencia Espiritual o Teosofía que apareció a finales del siglo XIX, tenía por objeto, principalmente, explicar este progreso del alma humana, las etapas pasadas y las etapas futuras.
La comprensión de este progreso es fundamental precisamente para progresar en nuestro propio camino espiritual, pues de otro modo, trabajaremos a ciegas, y hoy no es posible excluir la "comprensión" en nuestro proceso de desarrollo espiritual.

Hoy en día, nos encontramos una amplísima oferta en el "mercado" espiritual. Esto es una gran suerte, nunca el ser humano ha tenido al alcance de su mano tanta información y tantas posibilidades de acceder a técnicas y herramientas para su progreso espiritual, no hace falta formar parte de ninguna sociedad secreta, ni una fidelidad absoluta al guru, ni nada de eso, en Internet uno puede encontrar prácticamente todo lo que necesita para trabajar por su propio progreso espiritual. Ahora bien, falta "comprender" dónde estamos, cuál es nuestro punto de partida, pues es muy improbable que entendamos una palabra de un texto que nos plantee meditaciones muy profundas, si no tenemos las bases necesarias para poder practicar y sacar provecho de ello.

Por eso, precisamente, la Ciencia Espiritual o Teosofía nos planteó por primera vez la posibilidad de entender los desarrollos del alma humana hacia el espíritu universal. Los maestros teósofos vieron que era preciso introducir este elemento de comprensión en nuestra época donde habíamos perdido una cierta sensibilidad interna, por lo que el trabajo, por ejemplo, con símbolos no tenía ninguna virtualidad a nivel consciente y solo actuaba de forma inconsciente. Así lo expresaba el Dr. Rudolf Steiner: "el trabajo con la mera intuición del simbolismo tal como hoy en día se cultiva ordinariamente en las sociedades ocultas sería una continuación injustificada de aquello que en el pasado había estado justificado. Pues en aquellos tiempos el ser humano disponía de una sensibilidad más intensa de su cuerpo etérico, por medio de la cual podía llegar a una experiencia interior análoga. El ser humano de la moderna era del alma consciente, para quien en lugar del cuerpo etérico sensitivo se ha hecho determinante el entendimiento ligado al cerebro físico, los símbolos, signos, toques y palabras le quedan como algo externo, no puede unirlos con su alma consciente..."

Lo mismo sucede con el yoga, la meditación y otras técnicas venidas de Oriente y practicadas desde antiguo por personas que todavía hoy conservan la citada sensibilidad de su cuerpo etérico. El occidental que parte del alma consciente y su dependencia del cuerpo físico precisa de la herramienta de la comprensión para poder progresar espiritualmente, por lo que debe sumarla a dichas técnicas y al estudio del simbolismo. Comprender cuál es el siguiente paso evolutivo, que desarrollos se esperan del alma humana, nos ayudará a comprender cómo nos podemos servir de dichas técnicas o símbolos en nuestro progreso real.

Por ello, todas las escuelas surgidas de la Teosofía comenzaban sus trabajos espirituales a partir de la Ciencia Espiritual, su comprensión de los mundos sutiles y de los desarrollos del alma humana, en el conjunto evolutivo de toda la Humanidad y del planeta. Siguiendo con R. Steiner: "aquel que haya llegado a conocer, aunque solo sea lo que se encuentra por ejemplo en mi "Teosofía" o en la "Ciencia Espiritual" (y aquí valen también las obras de HP. Blavatsky, la Dra. A. Besant, Max Heindel o Jan van Rijckenborgh, por poner algunos ejemplos más), y haya intentado comprenderlo, nunca podrá recibir ningún daño a consecuencia de la transmisión de símbolos" (Berlín, 4 de abril de 1916). Recomendamos, especialmente, la lectura y estudio de la obra del Dr. Rudolf Steiner "Filosofía de la Libertad", quien comprende dicha obra, sin duda, está capacitado para poder realizar rápidos progresos con todas las herramientas y métodos, ya provengan de nuestra tradición o de Oriente.

sábado, 22 de noviembre de 2014

JERARQUÍAS DEL SIGLO XXI

Fueron los filósofos platónicos los que desarrollaron en sus teologías los rangos de la Jerarquía Espiritual, para ellos estos rangos se ordenaban según la capacidad contemplativa desde el punto de visto intelectual, pues Dios era un Intelecto Puro, y sus Jerarquías eran órdenes de intelectos, clasificados según su capacidad de intelección de conceptos abstractos, como los Números Divinos, las Ideas Universales o el Ser.
La Jerarquía Espiritual quedó establecida por Pseudo Dionisio Areopagita, que la clasificó, según la tradición neoplatónica y neopitagórica, en tres órdenes de tres rangos:

EL ORDEN SUBLIME DE LOS SERAFINES, QUERUBINES Y TRONOS. Que contemplaban directamente a Dios, la Mónada Intelectual, el Uno.

EL ORDEN INTERMEDIO DE LAS DOMINACIONES, VIRTUDES Y POTESTADES. Que reciben las intelecciones del orden superior y las transmiten a los rangos inferiores.

EL ORDEN DE LA JERARQUÍA INDIVIDUAL, LOS PRINCIPADOS, ARCÁNGELES Y ÁNGELES. Que son los que están en contacto con la mente humana, gobiernan sobre las épocas, las naciones y protegen a los individuos.

LA JERARQUÍA ECLESIÁSTICA: Según Dionisio la Jerarquía Eclesiástica debía ser un reflejo de este Orden Espiritual, el orden teúrgico y sublime con poderes sacramentales, el orden de intermediación y el orden de los iniciados. Esta clasificación era propia de los Misterios Cristianos e inspiró a todas las Ordenes iniciáticas que se formaron desde la Edad Media hasta el siglo XIX.

EL ORDEN JERARQUICO DE SERVICIO EN LA ERA DE ACUARIO: Esta visión sufrió una profunda reforma a partir del siglo XIX, gracias a maestros teósofos como fueron HP. Blavatsky, la Dra. A. Besant o el Dr. R. Steiner, que, influenciados por una visión budista del ocultismo en general, introdujeron la idea de la compasión y el servicio en el Orden de la Jerarquía. Estos autores nos muestran un mundo dévico o angélico comprometido, principalmente, con la evolución de la conciencia de todos los seres vivos. Esta visión "evolutiva" de la conciencia colectiva no existe en las filosofías orientales, como tampoco existía la idea de "servicio" en las organizaciones iniciáticas tradicionales, donde el orden era, como en la antigüedad, contemplativo o de conocimiento, se supone que los rangos superiores tienen un conocimiento mayor, lo que les coloca en un escalafón más elevado. Pero eso ya no es así en el siglo XXI, donde cualquiera puede acceder al conocimiento más oculto y secreto de forma relativamente sencilla. De hecho los maestros teósofos citados y otros muchos, divulgaron el conocimiento oculto en obras como la Doctrina Secreta, un océano de Sabiduría difícil de asimilar en una vida, o en la Ciencia Oculta o el Concepto Rosacruz del Cosmos de Max Heindel. El Conocimiento está hoy al alcance de todos, un conocimiento que se puede contrastar y complementar con los desarrollos de la ciencia moderna.

La Jerarquía hoy solo puede tener un sentido si es un Orden de Servicio, si, como las Celestes Jerarquías, implicadas en la Evolución de la Conciencia, sirven a los que vienen detrás. Así, uno es más cuanto más sirve a todos, pero en especial, a los rangos inferiores. Servicio es amor, es paciencia, es acompañamiento en los procesos iniciáticos, es también enseñanza, es provisión de lo necesario, es atención y escucha, el superior sirve al inferior, y no al revés.

La réplica siniestra de este Orden de Servicio es la Jerarquía de poder que se asienta en el conocimiento, esto lo vemos en todos los ámbitos de la vida profana, pero también en el mundo iniciático. Este orden está desfasado y por ello es una perversión en la Era de Acuario. Los maestros teósofos explicaban como los nueve rangos de la Jerarquía Celestial habían intervenido en la evolución del mundo y la humanidad, cediendo incluso su propia sustancia, nuestros tejidos más duros y estructurales proceden de los ordenes más sublimes de la Jerarquía, cuya sustancia es el calor; nuestros órganos y fluidos vitales proceden del Orden Intermedio, que anima la vida en todo nuestro sistema solar; y nuestra mente procede de las Inteligencias de los rangos angélicos. En definitiva, nosotros somos lo que somos, gracias a las donaciones de la Jerarquía Celestial, que nos sirve y soporta todos nuestros abusos, para permitirnos evolucionar en el proceso de desarrollo de la conciencia. Este es el modelo que toda Jerarquía debería seguir en el siglo XXI, tanto en el orden profano como, y sobre todo, en el orden espiritual.