El doble etéreo es el cuerpo de la transfiguración de Cristo, el manto de las Bodas del Apocalipsis, el
spiritus o
pneuma de los antiguos. Es en realidad el aliento que recorre nuestro cuerpo y lo vitaliza. De antiguo también era conocido en Oriente, hindúes, budistas y taoístas, conocían esta envoltura de viento sutil y le daban diversos nombres: Qi, prâna o vajra. Porque al tratarse del aliento, de un viento, es también vibración y es también Palabra. Es gracias al aliento que el ser humano puede emitir sonidos articulados con fuerza significativa y con capacidad creadora. Pero fue el Tantrismo quien mejor estudió el doble etéreo, los yoguis tántricos y los mahasiddhas (los inmortales chinos) conocían mejor este cuerpo sutil que el cuerpo físico.
Analicemos el doble etéreo, de lo más general a lo más concreto:
1) El doble etéreo o prânamaya kosha, es de una sustancia universal muy sutil, que infunde la vida, porta la mente y la conciencia, y es vibración, sonido. Por eso, la Gnosis en realidad es un conocimiento de la Palabra, de las palabras mágicas, de los sonidos sutiles que animan el cuerpo y que mueven todo el universo. Por tanto, la Palabra es la clave del doble etéreo.
2) El doble etéreo está constituido por diversas corrientes de vientos internos y externos, que permiten la realización de todas las funciones orgánicas. El corazón y la sangre son movidos por un mismo viento, que a la vez es también un viento portador de un tipo de mente o conciencia. El éter o los vientos internos son principalmente de cinco tipos diferentes, organizan las funciones vitales más importantes y generan cinco tipos de mente o estado mental. Por lo general, hay muchos factores internos y externos que condicionan el predominio de uno o varios de estos vientos, definiendo el carácter de una persona y, a menudo, condicionando su salud.
3) Cada uno de estos vientos resuena a un determinado sonido y circulan por una compleja red de canales y plexos que también tienen su propia vibración, y por tanto, responden también a determinados sonidos. Estos cinco vientos se corresponden con los cinco elementos clásicos de la filosofía antigua: (1) un
viento de tierra, que sustenta una mente muy básica y permite la solidez del cuerpo; (2) un
viento de agua que permite la excreción y la reproducción, sustenta una mente muy relacionada con la sensualidad; (3) un
viento de fuego, que permite la digestión y genera la mente colérica; (4) un
viento de aire que permite los más variados sentimientos, así como la respiración y los ritmos cardíacos; (5) y, por último, un
viento de espacio que permite la palabra y toda la actividad mental vinculada al pensamiento discursivo.
4) Estos cinco vientos sutiles, que no pueden confundirse con el sistema nervioso, también viajan por un número muy grande de canales sutiles y plexos o chakras, de los cuales, los canales más importantes son: (1) el
canal central, que coincide con la médula espinal; (2) un
canal derecho o solar, que calienta el viento que circula por él y se corresponde con el sistema nervioso simpático; (3) y un
canal izquierdo o lunar que enfría y se corresponde con el sistema nervioso parasimpático. Estos dos últimos canales regulan la temperatura corporal, la respiración por los orificios nasales y en general todo el sistema nervioso, pues activan el hemisferio derecho e izquierdo del cerebro. Se pueden identificar fácilmente observando la respiración por los conductos nasales, generalmente, tienen una actividad alterna en determinadas horas del día. Los sonidos espirados y aspirados de la lengua sánscrita permiten la activación de ambos canales, cosa imposible en el resto de lenguas que carecen de la diversidad de sonidos de la lengua sánscrita.
5) Los canales derecho e izquierdo se anudan y estrangulan el canal central en distintos puntos a lo largo de la columna, generando unos nudos que concentran éteres y forman los distintos chakras. De estos chakras parten distinto número de canales de inferior importancia que determinan funciones muy concretas del organismo, generando una red de aproximadamente 72.000 canales por el interior del cuerpo y alrededor suyo, formando una ligera aura alrededor del cuerpo. Cada canal resuena con un sonido propio y tiene una determinada luminosidad. El doble etéreo generalmente no se distingue, la vista no lo puede captar con detalle, pero sí que en una persona viva hay un brillo, una luz, que no se aprecia en un cadáver.
Muchas, muchísimas cosas más se pueden decir sobre el doble etéreo, pero lo que nos interesa es abordar, someramente, el tema relativo al cuerpo de la iluminación. El cuerpo de la iluminación de un Buda está formado por puros sonidos, vibraciones de una gran sutileza, capaces de transportar una mente muy pura, una mente muy vasta, una mente oceánica, que se convierte en el refugio de todos los seres inmaduros mentalmente que buscan protección. El Cristo transformó en tres días su Templo, lo purificó gracias a una ciencia muy antigua, una Gnosis procedente del antiguo Egipto, la ciencia de las Palabras que, como dice Hermes Trismegisto, llevan la fuerza de lo que nombran.
Es gracias al conocimiento de los sonidos de cada viento, de cada canal, que el practicante del Tantra del Yoga Supremo, puede construir un cuerpo de luz, el vehículo de una mente muy pura, muy sutil, que primero, porte la conciencia en los sueños y en el estado intermedio entre la muerte y el nuevo nacimiento, y que más adelante pueda llegar a penetrar en el estado de la mente vegetativa, donde la vibración celular y de los canales es casi imperceptible, y que experimentamos durante el sueño profundo y la disolución total de la conciencia durante la muerte.
El yogui y el verdadero cristiano gnóstico construyen un doble etérico, gracias al uso de fórmulas mágicas, mantras y recitaciones, de un yoga muy sutil y profundo, que no se disolverá durante la muerte y que será capaz de sustentar la conciencia y la memoria durante los estados de sueños y sueño profundo. Este vehículo se moverá con una única conciencia, una única mente con plena memoria y con sus correspondientes vientos. Esto es posible gracias a tres fases:
1) La primera fase a través de un acto mágico y meditativo, en que se construya el cuerpo divino de luz, el manto de oro.
2) Una segunda fase, en que este vehículo es capaz de revelarse en sueños y actuar plenamente consciente durante el sueño, generalmente, toma la forma de una divinidad arquetípica, la pareja celeste, esto se representa por medio del matrimonio místico o alquímico del yogui con su alma divina.
3) El tercer momento, en el momento de la muerte o en el momento del éxtasis sexual, la mente penetra en la dimensión del Intelecto muy sutil, universal y puro, y de allí es capaz de volver plenamente consciente, sin límites, sin condicionantes.
Estos son los tres días de restablecimiento del Templo, de las Bodas de Oro, de la construcción del cuerpo búdico o vajra, el cuerpo de la luz clara, del destello del rayo, del doble etéreo adamantino, el vehículo del diamante, que nada en la naturaleza puede destruir, el cuerpo de la inmortalidad.